sábado, 10 de julio de 2010

tal vez un largo viaje...



Dos jornadas de viaje alejan al hombre -y con mucha más razón al joven cuyas débiles raíces no han profundizado aún en la existencia- de su universo cotidiano, de todo lo que él consideraba sus deberes, intereses, preocupaciones y esperanzas; le alejan infinitamente más de lo que pudo imaginar en el coche que le conducía a la estación. El espacio que, girando y huyendo, se intermpone entre él y su punto de procedencia, desarrolla fuerzas que se cree reservadas al tiempo. Hora tras hora, el espacio determina transformaciones interiores muy semejantes a las que provoca el tiempo, pero de alguna manera las supera. Igual que éste, crea el olvido; pero lo hace desprendiendo a la persona humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad inicial; incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo. El tiempo, según se dice, es el Leteo. Pero el aire de las lejanías es un brebaje semejante, y si su efecto es menos radical, es en cambio mucho más rápido.

Thomas Mann, fragmento de La montaña mágica

(Ya que tengo premura por dejar de sentir ciertas cosas, y no quiero esperar, un viajecito me vendría de maravilla. Espero que las circunstancias conspiren para viajar a alguna parte en Agosto)

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