miércoles, 26 de diciembre de 2012

[Aquel bote, salvavidas]

Aquél bote, salvavidas de un barco mercante que conducía harinas de Valdivia al norte, naufragó quién sabe dónde. Las olas lo botaron a esta costa y ahora reposa en el huerto de mi casa, como un animal dulce y familiar.

Como esos recuerdos que a pesar del tiempo sostienen aún su huella inexpresable en los recodos del corazón, él conserva todavía algas diminutas y marinas, líquenes del agua profunda, esa flora verde y minúscula que decora las raíces de los barcos. Y yo creo ver aún las huellas desesperadas de los náufragos, de los que en la final angustia se agarraron a esta armazón marinera mientras la tempestad los perseguía inmensamente.


Cuando el sol no se ha escondido aún, trepo a este bote náufrago, abandonado entre las hierbas del huerto. Siempre llevo un libro, que nunca alcanzo a abrir. Extiendo mi capa en la bancada y, extendido sobre ella, miro al cielo infinitamente azul.


Viejos recuerdos, sumergidos en el agua del tiempo, me asaltan. Siempre, en sitios de soledad, me acechan estos indefinibles salteadores. Siempre, en sitios de soledad, siento extranjera mi alma. Ruidos inesperados, murmullos de voces desconocidas, cantos avasallados y nuevos cantos vencedores, una música extraña e incontenible se quiebra sobre mi corazón como el viento sobre una selva.


Mujer, en esos momentos te amo sin amarte. En ti no pienso porque en nadie se detiene mi pensamiento. Como un pájaro ebrio, como una flecha perdida, atraviesa sin destino hasta perderse en la obscura lejanía.
Yo mismo no me recuerdo: cómo pudiera recordarte?


Pero tu amor descansa más adentro y más allá de mí mismo. Vaso maravillado que trajo hasta mis labios el vino más dulce, vaso de amor. No necesito recordarte. Como una letra grabada profundamente, bástame hacer volar el polvo impalpable para verte. No pienso en ti, pero abandonado a todas las fuerzas de mi corazón, a ti también me abandono y me entrego, oh amor que sostienes mis tumultuosos ensueños, como la tierra del fondo del mar sostiene las desamparadas corrientes y las mareas incontenibles. 


Pablo Neruda

miércoles, 19 de septiembre de 2012

A solas

¿Quieres que hablemos? Está bien empieza: 
Habla a mi corazón como otros días… 
¡Pero no!… ¿qué dirías? 
¿Qué podrías decir a mi tristeza?

No intentes disculparte: ¡todo es vano! 
Ya murieron las rosas en el huerto; 
el campo verde lo secó el verano, 
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto. 

Amor arrepentido, 
ave que quiere regresar al nido 
al través de la escarcha y las neblinas; 
amor que vienes aterido y yerto, 
¡donde fuiste feliz… ¡ya todo ha muerto! 

No vuelvas… ¡Todo lo hallarás en ruinas! 
¿A qué has venido? ¿Para qué volviste? 
¿Qué buscas?… Nadie habrá de responderte! 
Está sola mi alma, y estoy triste, 
inmensamente triste hasta la muerte.

Ismael Enrique Arciniegas.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Una soledad ansiosa y absoluta...


Pero arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta. 

Nadie se fijó en esta escena; pasaban la mirada por encima, como por algo secundario, probablemente decorativo. Con excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía algo esencial. Fue el día de la inauguración. Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambio, miró fijamente la escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero; no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela. 

La observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. ¿Miedo de qué? Quizá, algo así como miedo de jugar todo el dinero de que se dispone en la vida a un solo número. Sin embargo, cuando desapareció, me sentí irritado, infeliz, pensando que podría no verla más, perdida entre los millones de habitantes anónimos de Buenos Aires.

El Tunel, Ernesto Sábato.

domingo, 26 de agosto de 2012

un barco que hace agua...

No creo que necesitemos más derechos: lo que creo que necesitamos es ideas más amplias. Joder, cuando veo lo que los abogados y los jueces intentan preservar, me dan ganas de vomitar. La ley no tiene la menor relación con las necesidades humanas; es una estafa perpetrada por un sindicato de parásitos. Coge simplemente un libro de derecho y lee un pasaje cualquiera en voz alta. Si estás en tu sano juicio, parece demencial. Y es demencial, por Dios, ¡si lo sabré yo! Pero, joder, si empiezo a impugnar la ley, tengo que impugnar también otras cosas. Me volvería chiflado, si mirara las cosas con ojos lúcidos. No puedes hacerlo… si no quieres perder el paso. Tienes que mirar de reojo, mientras avanzas; tienes que fingir que tiene sentido; tienes que hacer suponer a la gente que sabes lo que estás haciendo. Pero ¡nadie sabe lo que está haciendo! No nos levantamos por la mañana y pensamos lo que nos traemos entre manos. ¡No, padre! Nos levantamos en medio de una niebla y nos movemos torpemente por un túnel oscuro y con resaca. Aceptamos el juego. Sabemos que es un fraude asqueroso y repugnante, pero no podemos evitarlo: no hay alternativa. Nacemos en una organización determinada, estamos condicionados por ella: podemos hacer algunas chapuzas por aquí y por allá, como en un barco que hace agua, pero no hay forma de rehacerla, no hay tiempo, tienes que llegar a puerto, o te imaginas que tienes que llegar. Naturalmente, nunca llegaremos. El barco se hundirá antes, créeme…

Henry Miller. 
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Me encontré esto en un perfil de esos que sugiere facebook y lo adoré al instante. Me recordó que tengo Nexus desde hace un año en capilla... por ahí lo iré desempolvando cuando me desocupe un poco del regreso al trabajo. Felicidad de recordar a un autor que es uno de los que me da plenitud literaria. Adoro a Miller más que a cualquier clásico.

martes, 22 de mayo de 2012

El buen malvivir



"Veneno gracias por el dolor,

gracias por el placer,
por hacerme sentir un esclavo
-cristo que eligió su propio clavo-.
¡Veneno! ¡Veneno!
Mi cruz ¡veneno!
La luz y la sombra ¡veneno!
El arrepentimiento, el sufrimiento,
los tratamientos, las pastillas...
para recuperarse de las maravillas 
del veneno"

domingo, 13 de mayo de 2012

Nueva canción de la torre más alta

Canción de la torre, canción de la torre más alta
cantándola hubo,
cantándola hubo, un día, el Vago Máximo!
Canción de la torre, canción de la torre más sola,
cántala el Mínimo Vago.

Canción de la torre lontanta,
señera; canción de la torre más sola
y erguida: en cálido yermo se asienta, y es gélida cumbre,
y es nido de voces turbulentas,
cenital atalaya!
En cálido yermo se asienta porque así lo sueña mi espíritu libre!

La torra más sola:
la habita mi espíritu esquivo,
la visita el viento,
la visita el ensueño, de elásticas
alas,
-si la llama mi pensamiento
fugutivo-.
La visita el mágico tumulto
de la música, -el ceño fruncido, la boca cerrada-,
-simbólico Sordo, grávido Sordo
pleno de toa la melancolía, saturado de toda la harmonía-.
La visita el tedio, que acorre
al clarin de mi vos, y es deliciia
y es placer y es regalo y lujuria
a mi espíritu excéntrico:
fragua con él fantasías mi acidia;
-pálido tedio, larva:
y por honda ironía, motor de las hechas más grandes
y de las diminutas-.

Canción de la torre más sola,
señera: canión e la torre lontana
y erguia: y en cálido yermo se asienta;
la habita mi espíritu esquivo,
sesgado, protervo,
mi Señor, mi siervo;
y es cálida cumbre, nudo de canciones, nudo de pasiones, cenital atalaya,
porque así lo quiere mi espíritu libre,
mi Señor, mi siervo.

Canción de la torre más alta
cantándola hubo un día el Máximo Prófugo.
Canción de la torre más sola
el Mínimo prófugo cántala.

Canción de la torre, canción de la torre más sola,
canción de la torre, canción de la torre lontana.

León de Greiff.
Escrito en la vieja casona de "La Herradura". -Río Cauca-. -Febrero 1927.

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Algo del espíritu que habita ahora mi espacio.

domingo, 12 de febrero de 2012

No se trata de hablar...


No se trata de hablar,
ni tampoco de callar:
se trata de abrir algo
entre la palabra y el silencio.
Quizá cuando transcurra todo,
también la palabra y el silencio,
quede esa zona abierta
como una esperanza hacia atrás.
Y tal vez ese signo invertido
constituya un toque de atención
para este mutismo ilimitado
donde palpablemente nos hundimos.

Roberto Juarroz

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Las palabras que quería decirle a la única mujer que de verdad he amado ya han sido escritas hace mucho. Gracias, Juarroz.

lunes, 16 de enero de 2012

Gotas amargas


Prescriben los facultativos,
cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,
le aconsejan la carne asada
le hacen tomar como tónico
gotas amargas.

Pobre estómago literario
que lo trivial fatiga y cansa,
no sigas leyendo poemas
llenos de lágrimas!

Deja las comidas que llenan,
historias, leyendas y dramas
y todas las sensiblerías
semi-románticas.

Y para completar el régimen
que fortifica y que levanta,
ensaya una dosis de estas
gotas amargas.

José Asunción Silva