sábado, 29 de mayo de 2010

la teoría del agujero negro

Fue aquella noche, la noche que llevé al señor Crutchfield a su casa, y mientras volvía a la nuestra, que desarrollé la teoría del agujero negro, una teoría que me ayudó inconmensurablemente en el asunto de conducir borrachos de un lado a otro de La Punta. La idea era esta: a cierta edad aparece un agujero negro en todo el centro de la vida de una persona, un agujero que succiona todas las cosas, y la persona sabe que en adelante y para siempre el agujero estará allí, y sin embargo sigue adelante con su vida, sigue esforzándose, haciendo dinero, y tiene hijos, y se emborracha, y hace de cuenta que el agujero negro no está allí y jamás mira directamente en su interior, si es que puede encontrar la manera de no hacerlo. Me imaginaba que ese agujero negro existía en un punto justo detrás de cada cual y también justo enfrente, de tal manera que siempre se está dejando atrás y entrando en él simultáneamente. La cuestión espacial todavía no la había desarrollado en detalle, pero eso era lo que me imaginaba. Algunas veces el agujero no era más que un pequeño pinchazo en la mente, a menudo era muy vasto. Con frecuencia era algo que fluctuaba palpitando como corazón, y cuando la persona se emborrachaba, pensando que así podría eludirlo, lo único que hacía era notarlo más. De todos modos cuando hice el descubrimiento, a la manera de un astrónomo que escruta el universo, pensé que ya tenía la clave, y entonces establecí como norma propia no permitir jamás que ninguno de mis borrachos pensara demasiado y se fuera hacia atrás –o hacia delante- y cayera en el agujero negro. Nos vamos a casa, les decía… lo único que hay que hacer es llegar a casa.

"La Punta", relato del cuentista norteamericano Charles D'Ambrosio.

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