viernes, 18 de junio de 2010

Poema 5, canto a mí mismo... Walt Whitman



Creo en tí, alma mía.
Pero el otro que soy, no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante él.

Deja las palabras,
la música y el ritmo;
apaga tus discursos
túmbate conmigo en la hierba.
Sólo el arrullo quiero,
el susurro
y las sugestiones de la voz.
¿Te acuerdas de aquella mañana transparente de verano?
Estabas con la cabeza reclinada en mis rodillas y dulcemente te volviste hacia mí,
abriste mi camisa
y me buscaste con la lengua el corazón profundo.
Después te alargaste hasta hundirte en mi barba, te estiraste
Y te adheriste a mí desde la cabeza hasta los pies.

Conocí entonces la paz y la sabiduría que están más allá de las disputas de la tierra.
Y ahora sé que la mano de Dios
es la promesa de mi mano;
que el espíritu de Dios
es hermano de mi espíritu;
que todos los hombres nacidos en el mundo son mis hermanos también
y que todas las mujeres son mis hermanas y mis amigas
¡que un solo germen de la creación es amor!
Infinitas son las hojas erguidas o marchitas del bosque
las hormigas oscuras que se afanan debajo de las hojas,
las costras musgosas de la cerca,
las piedras amontonadas;
infinito el sauco,
el gordolobo,
la fitolaca.

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