martes, 1 de junio de 2010

mis 3 poemas favoritos de Fernando Pessoa




No, no es cansancio

No, no es cansancio...
Es una cantidad de desilusión
Que se me entraña en la especie del pensar,
Es un domingo al revés
del sentimiento,
una vacación pasada en el abismo.

No, cansancio no es...
Es que yo esté existiendo
Y también el mundo,
Con todo lo que contiene,
Con todo lo que en él se desdobla
Y que es por fin lo mismo variado en copias iguales.

No. Cansancio, ¿por qué?
Es una sensación abstracta
De la vida concreta
- algo así como un grito
por dar,
algo así como una angustia
por sufrir,
por sufrir completamente o por sufrir como...
Sí: o por sufrir como...
Eso mismo: como...
¿Como qué?

Si lo supiera, no habría en mí este falso cansancio.

(Ay ciegos que cantáis en la calle,
¡qué formidable realejo
es la guitarra de uno, la bandurria de otro y la voz de ella!)
Porque oigo, veo.

Lo confieso: es cansancio.



Mi mirada es nítida como un girasol

Mi mirada es nítida como un girasol.
Tengo la costumbre de andar por los caminos
mirando a la derecha y a la izquierda
y de vez en cuando mirando para atrás…
Y lo que veo a cada instante
es lo que nunca había visto antes,
y me doy buena cuenta de ello.
Sé sentir el asombro esencial
que tiene un niño si, al nacer,
de veras reparase en que nacía…
Me siento nacido a cada instante
a la eterna novedad del mundo…

Creo en el mundo como en una margarita,
porque lo veo. Pero no pienso en él,
porque pensar es no comprender…
El Mundo no se ha hecho para pensar en él
(pensar es estar enfermo de los ojos),
sino para mirarlo y estar de acuerdo…

Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama,
ni sabe por qué ama, ni qué es amar…

Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar…




Hay bastante metafísica en no pensar en nada

¿Qué pienso yo del mundo?
¡Allá sea lo que pienso del mundo!
Si yo enfermase pensaría en eso.

¿Qué idea tengo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Qué tengo meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del Mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
De mi ventana (pero ella no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Allá sea lo que es misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos,
comienza a no saber lo que es el sol
y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve al sol,
y ya no puede pensar en nada,
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no yerra y es común y buena.

¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y copudos y de tener ramas
y la de dar fruto en su momento, lo que no nos hace pensar,
a nosotros, que no sabemos dar por ellas.
¿Pero qué mejor metafísica que la de ellas,
que es la de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben?

«Constitución íntima de las cosas»...
«Sentido íntimo del Universo»...
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increíble lo que se pueda pensar de cosas de esas.
Es como pensar en razones y fines
cuando el comienzo de la mañana está rayando,
y por los lados de los árboles
un vago oro lustroso va perdiendo la oscuridad.

Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es exageradp, como pensar en la salud
o llevar un vaso de agua de las fuentes.
El único sentido íntimo de las cosas
es que ellas no tengan sentido íntimo alguno.

No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si él quisiera que yo creyera en él,
sin duda que vendría a hablar conmigo
y entraría por mi puerta adentro
diciéndome: ¡Aquí estoy!

(Esto es tal vez ridículo a los oídos de quien,
por no saber lo que es el mirar a las cosas,
no comprende a quien habla de ellas
con el modo de hablar, que reparar hacia ellas, enseña.)

Más si Dios es las flores y los árboles
y los montes y sol y la luz de la luna,
entonces creo en él,
entonces creo en él a toda hora,
y mi vida es toda una oración y una misa,
y una comunión con los ojos y por los oidos.

Mas si Dios es los árboles y las flores
y los montes y la luz de luna y el sol,
¿para qué le llamo yo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna;
porque si él se hizo, para que yo lo vea,
sol y luz de luna y flores y árboles y montes,
si él se me aparece como siendo árboles y montes
y luz de luna y sol y flores,
y él quiere que yo lo conozca
como árboles y montes y flores y luz de luna y sol.

Y por eso yo le obedezco,
(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
le obedezco viviendo, espontáneamente,
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes,
y lo amo sin pensar en él,
y lo piénso viendo y oyendo,
y ando con él a toda hora.

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